La sistematización del abuso sexual sobre los niños
Los abusos no los cometemos las personas de mente
atormentada. No. Somos personas como casi todos, un poco más hambrientos y un
poco más torpes, porque al fin y al cabo lo único que hacemos es tratar de
nutrirnos, pero de una manera burda y estúpida.
Los adultos nos enamoramos de un niño necesitado, solo,
desamparado y que nos inspira ternura. ¿Por qué? Porque ese niño nos recuerda
al niño que fuimos: tímidos, exigidos y a la deriva. Ese niño ejerce sobre
nosotros una atracción automática. Queremos protegerlo y amarlo de alguna
manera. ¿Cuál es el problema? El problema es que somos totalmente inmaduros.
¿Por qué? Porque no fuimos amados durante nuestra niñez, ni cuidados, ni
protegidos ni amparados. Crecimos esperando obtener amor alguna vez. Así
crecimos. Pero nuestra capacidad emocional se estancó en aquella espera. Vivimos dentro de un cuerpo
de adulto pero tenemos organizadas las emociones como si fuéramos niños
hambrientos. ¿Qué nos pasa cuando nos relacionamos con un niño tierno? Lo
queremos devorar. ¿Cómo lo devoramos? Lo tocamos. Lo acariciamos. Lo abrazamos,
nos frotamos contra él. Le compramos regalos. La confidencialidad compartida,
el secreto guardado entre ambos como un estupendo tesoro y los pequeños
momentos de encuentro son vividos -desde nuestra emocionalidad infantil- como
un momento sublime. ¿Pero acaso no nos damos cuenta que estamos haciendo algo
malo? Depende. Podemos percibir que es una relación socialmente condenable.
Pero honestamente, también es condenable que nuestra infancia haya sido
horrible, que nadie se haya ocupado de nosotros o incluso que la única persona
que nos cuidó, nos haya proporcionado amor bajo la misma forma de abuso.
¿Entonces? ¿Qué es lo que está bien y qué es lo que está mal? Desde nuestro
punto de vista de adultos con emocionalidad de niños…sólo tratamos de
satisfacer nuestro vacío.
¿Pero cómo vamos a afirmar algo así tan alegremente, sin
tomar en cuenta las horribles repercusiones que tiene el abuso sistemático
sobre un niño? Por supuesto que las consecuencias son nefastas. Sin embargo es
preciso que comprendamos las dinámicas completas con la lógica que las
sostiene, si nos interesa abandonar las instancias cotidianas de dominación.
Porque rasgarnos las vestiduras proclamando que el abuso sexual es algo
horrible e inhumano y que todos los violadores tienen que ir a la cárcel, está
muy bien pero no sirve para nada. Miremos de frente la realidad. Mucho más
espantoso es el desamparo cotidiano e invisible que vivimos los niños abusados
y que nos obliga a arrojarnos al interior de cualquier cueva que encontremos,
buscando amor. Luego -cuando devenimos mayores- quizás recordemos el abuso
sexual como una experiencia terrible pero no tendremos conciencia de la entrega
de nuestra madre o de quienes tenían que cuidarnos. Al contrario, nos
convertiremos en los más firmes defensores de quienes nos lanzaron a la fosa de
los leones.
Laura Gutman
Extraída íntegramente de www.lauragutman.com.ar
Extraída íntegramente de www.lauragutman.com.ar
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