El hecho novedoso quedó atrás, la objetividad
se dio cuenta de que no podía existir en el periodismo y el acontecimiento que
rompía con la cotidianeidad no es lo que llama la atención en la actualidad. La
noticia ya no es lo que era debido a que sufrió una alteración en los últimos
años para dar lugar a una nueva versión más asombrosa, atractiva e interesante
que se la suele conocer como “noticia ficcionada”.
Esto no significa que el hecho noticioso que
se produce es totalmente inventado por los periodistas sino que se hace visible
la intervención de quien escribe para sumarle al acontecimiento ciertas
herramientas que le den un tinte de sorpresa e interés y así, invitar al
público a leer el artículo completo.
La distorsión de la noticia no se dio casualmente. La competencia fue la desencadenante, y en nuestro país tuvo su origen en la década de los 90 a raíz de la modificación de puntos claves de la ley de radiodifusión que permitió que medios poderosos como Clarín y La Nación se transformaran aún en más poderosos, apropiándose de radios, canales de TV y revistas, formando monopolios y contaminándolas de ideología política e intereses económicos de sus dueños y amigos.
Por eso con esta nueva realidad de la noticia,
el lector debe tener en cuenta desde que lugar escribe el periodista ya que
muchas veces la ficción supera a la realidad y si uno no está atento puede
convertirse en presa fácil de una mentira disfrazada de noticia ficcionada. Es
aquí donde cobran vida las “noticias ficción”, como una necesidad de retener al
público de siempre y atrapar a una mayor cantidad de gente.
Uno de los casos más sobresalientes de la actualidad es el del periodista Jorge Lanata, que en sus programas de radio y televisión busca atrapar a la gente con informes que no tienen pruebas ni fundamentos, recurriendo a la mentira para poder hacer interesante y cautivante un hecho cualquiera con tal de desestabilizar al gobierno nacional elegido democráticamente por los ciudadanos.
Hoy en día el periodismo es absolutamente
subjetivo. Se derrumbó la utopía de la comunicación objetiva e independiente y
lo cómico es que quienes todavía sostienen esa vieja idea son los primeros que
dedican su tiempo en bajar línea, tergiversando lo que no los favorece y
generando un clima gris para lograr lo que quieren: Que la gente compre su
producto y así llenarse los bolsillos de lo más preciado en este mundo
capitalista, la plata, la plata y…la plata.
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